Va por ellos.
Mudanzas vienen mudanzas van. ¿Comprende alguien esa estúpida sensación de hacer la maleta para irse de un sitio y no tener aún otro techo bajo el que vivir? Pues así estamos. Hago mi maleta, mi metafórica maleta. Las palabras no ocupan espacio físico (aunque claro, que le pregunten al Word me dirán) y creo que no lo tendré complicado. Desde luego no sólo voy a conservar todos los mensajes que días cualquieras y esporádicos escribí sin ton ni son, sino que especialmente voy a guardar en cofre de oro vuestras respuestas que me dieron fuerzas para seguir escribiendo ya fuese con una sonrisa en la cara o con los ojos enrojecidos.
Epoca de cambios, mudanzas a precio de saldo, todo a cien. No creo en los cambios drásticos. No se puede pasar del dia a la noche sin un bello atardecer o una bajada de la temperatura y por lo tanto no puedo pasar del blanco o al negro (¿o viceversa?) de un momento a otro. O al menos yo no puedo.
Por lo tanto no habrá ninguna medida drástica en esto tan genérico a la que yo, vulgar ovejita de rebaño, llamo vida. No me voy a la India (de momento...jeje), ni me voy a echar a la mala vida (ni siquiera a la buena), tampoco voy a dejar los estudios por un puesto de trabajo en Le Monde Diplomatique ni cosas de ese estilo. Simplemente voy a hacer una serie de cambios para organizar mejor el tiempo (quizás junto a la vida inerte lo único irrecuperable en este puto mundo).
Si les soy sincero los escasos párrafos que llevo los escribí ayer. Me animé con el teclado pero lo solté a los cinco minutos. No puedo, me es imposible, realmente tengo muy pocas ganas de escribir. No por tener pocas cosas de decir, ya que estoy en un momento en el que el viento, ese idiota ser que a veces me empuja y otras se disfraza de enemigo, sopla esta vez a favor.
Pero hoy más que nunca me cuesta escribir sobre mi vida y mis superficiales preocupaciones, tan jodidamente insignificantes al lado de cualquier cifra o dato de la TRAGEDIA MONUMENTAL que un asesino de nombre tsunami (con algún que otro cómplice de apariencia no tan natural) ha causado a miles de personas.
Estas cosas hacen pensar y reflexionar. No voy a hacer demagogia, no voy a soltar mi (nuestro) famoso discursillo de que otro mundo es posible, ni siquiera tengo hoy palabras para expresar lo injusto que me parecen tantas cosas que veo.
Imagínome en Huelín (barrio malagueño con olor a mar, sabor a pescado y de barato bolsillo) con mi madre o mi padre. Viene una ola gigante a lo lejos. Curiosidad, expectación. En ningún momento se me ocurriría pensar que va a llegar al Paseo Marítimo. Pero...
- ¡Qué ocurre! ¿qué es eso? ¡Mamá! ¡Mamáaaaaaaaaaaa!
Y me sumerjo en el agua. Y mi destino, si es que alguna vez estuvo en mi mano, se me escapa como un puñado de arena en una mano abierta. El agua conquista mis ojos, me hundo, me doy golpes con todo lo que encuentre a mi paso y por milagro, me salvo. ¡Cruel milagro!
- ¿Y mi madre? ¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mamáaaaaaaaaa! ¿Dónde estás?
No quiero imaginarme la desolación en ese momento. Todo lleno de barro, cadáveres testigos de mis lágrimas y de mi desesperación y mis impotentes gritos no son respondidos por nadie. En todo caso acompañados de otros "mamáaa", "papáaa" o "hijooo". Sin respuesta, todos sin respuesta.
Me duele si quiera imaginar una situación parecida. Sería una catástrofe, marcaría mi vida, creo que acabaría (más que terremoto) conmigo por dentro y dudo que me recuperase en mucho tiempo.
Lo peor no es pensar en esto. Lo más trágico no es saber que puede ocurrir. Lo desolador es que no hubo un grito en busqueda del ser querido sino mucho más arrebatadores llamadas al infinito, al cielo, al barro. ¿Cien mil? ¿Un millón? Me da vértigo pensarlo.
No, no es una película. No soy un guionista macabro, ni siquiera un tétrico aburrido con ganas de imaginar en desgracias. Puedo apagar la tele, puedo bajar la radio e incluso subir la música y bucear por maravilloso Ohne Dich (gracias Rammstein)pero nada cambiará. Como la situación que he imaginado casi temblando habrán ocurrido miles estos días.
Ves a gente buscando a su novia, a su hijo. Con "suerte" (mácabra acepción de la palabra suerte, injusto soy al usarla) algunos habrán encontrado el cuerpo del ser (si es que solo hay uno) querido y acabarán ,sin que por ello cesen las lágrimas, con la agonía busqueda para comenzar con un laberinto que solo conduce a tristeza eterna. Otros, ni eso.
Enterrar, quemar, despedir... qué poco me gustan estos términos y cuántas veces las estarán usando los afectados por la catástrofe más grande que mis atonitos ojos han podido contemplar.
Ya habrán días para seguir analizando algunas causas que han provocado que un suceso (terrible, pero natural al fin y al cabo) como es un terremoto o un terremoto han matado a tantísima gente en pleno e hipócrita siglo XXI.
Incluso sé que mis palabras no llegarán a ningún lado y que ni mucho menos lograrán ser ni siquiera un homenaje a tanta muerte dolorosa. Pero al menos un suceso como este, debería hacernos reflexionar, esos 125.000 muertos me dejan al menos a mí como herencia algo más importante que el dinero, que no por tópico o por verdad universal tiene menos de esencial recordatorio: esta vida es demasiado corta como para empeñarnos en odiar, en pelearnos, en hundirnos en la supercialidad de nuestro propio ser ante temas frívolos y que aunque haya pocas, siempre podemos encontrar motivos por los que sonreír y por los que luchar.
El horrendo Stalin decía que una muerte era una tragedia y unas miles eran simple estadística. Algunos medios de comunicación se empeñan en darle la razón.
Quizás suene a castillo e el aire o tal vez me esté dejando llevar por la emoción, por las imágenes, por lo que oigo, pero a este nuevo año que se nos viene encima le voy a pedir, aparte de algunas cosas más serias o más frívolas que me ayuden a esa tan buscada y anhelada f/Felicidad (relativa o absoluta), ser mejor persona.
Que sí, que espero seguir escribiendo, salir y reírme o escuchar nuevas canciones que me hagan volar, pero sobre todo espero mejorar por dentro. No creo en términos tan subjetivos, no creo en la dualidad bueno/malo. Todo me parece muy relativo. Pero por una vez permítanme ponerme el disfraz platoniano y desear, ante tanta tragedia, que al finalizar este 2005, con o sin olas, haya marea alta o baja, me sienta más orgulloso de mí mismo. Solo eso.
Mañana (me) prometo (aunque sea una línea) escribir para cerrar el año con algo más de optimismo ante tanta reflexión de melancólico sureño.
Un abrazo.
Epoca de cambios, mudanzas a precio de saldo, todo a cien. No creo en los cambios drásticos. No se puede pasar del dia a la noche sin un bello atardecer o una bajada de la temperatura y por lo tanto no puedo pasar del blanco o al negro (¿o viceversa?) de un momento a otro. O al menos yo no puedo.
Por lo tanto no habrá ninguna medida drástica en esto tan genérico a la que yo, vulgar ovejita de rebaño, llamo vida. No me voy a la India (de momento...jeje), ni me voy a echar a la mala vida (ni siquiera a la buena), tampoco voy a dejar los estudios por un puesto de trabajo en Le Monde Diplomatique ni cosas de ese estilo. Simplemente voy a hacer una serie de cambios para organizar mejor el tiempo (quizás junto a la vida inerte lo único irrecuperable en este puto mundo).
Si les soy sincero los escasos párrafos que llevo los escribí ayer. Me animé con el teclado pero lo solté a los cinco minutos. No puedo, me es imposible, realmente tengo muy pocas ganas de escribir. No por tener pocas cosas de decir, ya que estoy en un momento en el que el viento, ese idiota ser que a veces me empuja y otras se disfraza de enemigo, sopla esta vez a favor.
Pero hoy más que nunca me cuesta escribir sobre mi vida y mis superficiales preocupaciones, tan jodidamente insignificantes al lado de cualquier cifra o dato de la TRAGEDIA MONUMENTAL que un asesino de nombre tsunami (con algún que otro cómplice de apariencia no tan natural) ha causado a miles de personas.
Estas cosas hacen pensar y reflexionar. No voy a hacer demagogia, no voy a soltar mi (nuestro) famoso discursillo de que otro mundo es posible, ni siquiera tengo hoy palabras para expresar lo injusto que me parecen tantas cosas que veo.
Imagínome en Huelín (barrio malagueño con olor a mar, sabor a pescado y de barato bolsillo) con mi madre o mi padre. Viene una ola gigante a lo lejos. Curiosidad, expectación. En ningún momento se me ocurriría pensar que va a llegar al Paseo Marítimo. Pero...
- ¡Qué ocurre! ¿qué es eso? ¡Mamá! ¡Mamáaaaaaaaaaaa!
Y me sumerjo en el agua. Y mi destino, si es que alguna vez estuvo en mi mano, se me escapa como un puñado de arena en una mano abierta. El agua conquista mis ojos, me hundo, me doy golpes con todo lo que encuentre a mi paso y por milagro, me salvo. ¡Cruel milagro!
- ¿Y mi madre? ¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mamáaaaaaaaaa! ¿Dónde estás?
No quiero imaginarme la desolación en ese momento. Todo lleno de barro, cadáveres testigos de mis lágrimas y de mi desesperación y mis impotentes gritos no son respondidos por nadie. En todo caso acompañados de otros "mamáaa", "papáaa" o "hijooo". Sin respuesta, todos sin respuesta.
Me duele si quiera imaginar una situación parecida. Sería una catástrofe, marcaría mi vida, creo que acabaría (más que terremoto) conmigo por dentro y dudo que me recuperase en mucho tiempo.
Lo peor no es pensar en esto. Lo más trágico no es saber que puede ocurrir. Lo desolador es que no hubo un grito en busqueda del ser querido sino mucho más arrebatadores llamadas al infinito, al cielo, al barro. ¿Cien mil? ¿Un millón? Me da vértigo pensarlo.
No, no es una película. No soy un guionista macabro, ni siquiera un tétrico aburrido con ganas de imaginar en desgracias. Puedo apagar la tele, puedo bajar la radio e incluso subir la música y bucear por maravilloso Ohne Dich (gracias Rammstein)pero nada cambiará. Como la situación que he imaginado casi temblando habrán ocurrido miles estos días.
Ves a gente buscando a su novia, a su hijo. Con "suerte" (mácabra acepción de la palabra suerte, injusto soy al usarla) algunos habrán encontrado el cuerpo del ser (si es que solo hay uno) querido y acabarán ,sin que por ello cesen las lágrimas, con la agonía busqueda para comenzar con un laberinto que solo conduce a tristeza eterna. Otros, ni eso.
Enterrar, quemar, despedir... qué poco me gustan estos términos y cuántas veces las estarán usando los afectados por la catástrofe más grande que mis atonitos ojos han podido contemplar.
Ya habrán días para seguir analizando algunas causas que han provocado que un suceso (terrible, pero natural al fin y al cabo) como es un terremoto o un terremoto han matado a tantísima gente en pleno e hipócrita siglo XXI.
Incluso sé que mis palabras no llegarán a ningún lado y que ni mucho menos lograrán ser ni siquiera un homenaje a tanta muerte dolorosa. Pero al menos un suceso como este, debería hacernos reflexionar, esos 125.000 muertos me dejan al menos a mí como herencia algo más importante que el dinero, que no por tópico o por verdad universal tiene menos de esencial recordatorio: esta vida es demasiado corta como para empeñarnos en odiar, en pelearnos, en hundirnos en la supercialidad de nuestro propio ser ante temas frívolos y que aunque haya pocas, siempre podemos encontrar motivos por los que sonreír y por los que luchar.
El horrendo Stalin decía que una muerte era una tragedia y unas miles eran simple estadística. Algunos medios de comunicación se empeñan en darle la razón.
Quizás suene a castillo e el aire o tal vez me esté dejando llevar por la emoción, por las imágenes, por lo que oigo, pero a este nuevo año que se nos viene encima le voy a pedir, aparte de algunas cosas más serias o más frívolas que me ayuden a esa tan buscada y anhelada f/Felicidad (relativa o absoluta), ser mejor persona.
Que sí, que espero seguir escribiendo, salir y reírme o escuchar nuevas canciones que me hagan volar, pero sobre todo espero mejorar por dentro. No creo en términos tan subjetivos, no creo en la dualidad bueno/malo. Todo me parece muy relativo. Pero por una vez permítanme ponerme el disfraz platoniano y desear, ante tanta tragedia, que al finalizar este 2005, con o sin olas, haya marea alta o baja, me sienta más orgulloso de mí mismo. Solo eso.
Mañana (me) prometo (aunque sea una línea) escribir para cerrar el año con algo más de optimismo ante tanta reflexión de melancólico sureño.
Un abrazo.
2 comentarios
Helena -
Besos.Adios.
Di -